martes, 2 de noviembre de 2010

Chinita

En una noche de invierno, fui atrapado inesperadamente por una tormenta y me ví frágil, expuesto y vulnerable al no tener resguardo alguno. Sorpresivamente encontré refugio en la cordialidad de una chinita. Ya asombrado y confundido, no pude ocultar la vergüenza que sentía al verme tan débil y lo tanto que le debía por hospedarme en su habitación aunque sea por una noche.

El tiempo corría e intentaba grabar en mi retina lo que me podría recordar a ella ya que cada momento es único e irrepetible...

Debo reconocer que al principio no podía entender su hospitalidad pero al conocer la nobleza de su corazón y su particular mueca al sonreír achinando sus ojos, logré darme cuenta que no eramos dos extraños.

Ella, con la alegría en su rostro al verme cómodo, seguía atentamente mis palabras. La señorita participaba activamente en las conversaciones cuando no se sentía involucrada ya que si no, obtenía silencios o respuestas que oscilaban entre monosílabos y muletillas.

En pocas horas, ya había aprendido cada significado de su dulce tono de voz en cada muletilla y también devolverle su hospitalidad con la suavidad de las caricias de nuestras manos.

Cuando llego la hora de partir, no me detuve en la eternidad que valía ese momento y sentía un despojo de melancolía al recordar la ternura de sus manos y sus ojitos achinados al sonreír...

Búsqueda

Con mis propias manos recree paisajes soñados, aquellos que nunca existieron y jamás existirán.

Baile al ritmo de danzas que me resultaban ajenas y me compadecí ante los bailes autóctonos de mi propio pueblo.

Surgió la nausea. Murió la nausea.

Regrese sobre mis pasos y volví a encontrar utopías explosivas, enérgicas y movilizantes.

Llego la época de oro. Fui huésped de un municipio gótico con ornamentos coloridos pero absurdos. Se agotó el oro y recobró fuerza el cobre. Entonces fui expulsado.

Fui participe de una sequía interior al fertilizar mi propio suelo y con perseverancia comencé a creer en que lo incierto me conducía a una extraña certeza.

Y aquí estoy, conservando los frutos para obsequiar a quien esté dispuesto aceptar que soy nadie pero a la vez todos.

domingo, 24 de octubre de 2010

Agua y Aceite

En plena búsqueda de identidad y de engaño, los recuerdos fueron esbozados e impulsados por manjares afectivos. Diluyó en partes iguales su integridad y sobriedad. Cayó bajo los efectos hipnóticos de la intensidad emocional con el lema de ''siento luego existo''. Su vida viró hacia la tragicomedia y le imposibilitó respirar una vida autentica.


Al demoler su cadena de prejuicios encontró un mundo nuevo que antes veía como lejano y utópico. Se sumergió en las profundidades de la popularidad, de las apariencias y del reconocimiento. Ahora el margen le impresionaba y sentía que ya no ocurría con ella... el caso del agua y el aceite.


Conoció todo tipo de príncipes ya sea agraciados y desgraciados, libertinos y sometedores pero ninguno conseguía quitar la angustia en su corazón . El éxtasis que le ocasionaba el haber superado su prejuicio la cegaba y así, amó a todos pero no amó a nadie y esa experiencia se duplicó mientras ''vivió''.


¡Pobre muchacha!, nunca logro darse cuenta que huía hacia los demás para no soportarse a ella misma...