martes, 2 de noviembre de 2010

Búsqueda

Con mis propias manos recree paisajes soñados, aquellos que nunca existieron y jamás existirán.

Baile al ritmo de danzas que me resultaban ajenas y me compadecí ante los bailes autóctonos de mi propio pueblo.

Surgió la nausea. Murió la nausea.

Regrese sobre mis pasos y volví a encontrar utopías explosivas, enérgicas y movilizantes.

Llego la época de oro. Fui huésped de un municipio gótico con ornamentos coloridos pero absurdos. Se agotó el oro y recobró fuerza el cobre. Entonces fui expulsado.

Fui participe de una sequía interior al fertilizar mi propio suelo y con perseverancia comencé a creer en que lo incierto me conducía a una extraña certeza.

Y aquí estoy, conservando los frutos para obsequiar a quien esté dispuesto aceptar que soy nadie pero a la vez todos.

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